martes, 11 de octubre de 2011

DE BANQUEROS, POLITICOS Y OTRAS ALIMAÑAS

     La carrera por la silla que dejará vacante el inquilino de la Moncloa, se acelera y se enciende por momentos. Los dos corredores principales, Rubalcaba y Rajoy, las erres de la coRRupción, no paran de atizarse un día sí y el otro también, con toda la inmundicia acumulada por sus respectivos partidos durante las últimas cuatro décadas. Salen a colación, sin rubor alguno, las miserias guardadas poco a poco, año tras año, lustro tras lustro y década tras década, sobre las bondades que éstos vendedores de quimeras atesoran en sus agrupaciones políticas. Rajoy acusa a Rubalcaba, de pretender un regreso al felipismo de los años ochenta, de intentar un retraso de la democracia y de buscar el poder con populismo. A su vez, Rubalcaba acusa a Rajoy de no tener otro programa que no sea el del aznarismo de los noventa y principios del dos mil, es decir, una vuelta al capitalismo más salvaje y destructor del estado del bienestar.

     Lo que no dicen este par de sinvergüenzas, es que entre ambos partidos, PP y PSOE, al que muchos llaman ya PPSOE, se han encargado cada uno en su momento, de cargarse por completo las bases de una democracia verdadera. Si VERDADERA, con mayúsculas, aunque le pese a quienes quieren verla sólo como democracia, sin apellido alguno, ya que de ésta forma puede ser mangoneada al antojo de quienes detentan el poder, prostituyéndola sin miramientos. No hay más que ver el último ejemplo de tal indignidad democrática, el chanchullo cometido contra el pueblo español por la testa bicéfala que gobierna España, la modificación de la Constitución para limitar el déficit. La cual no sería mala "per se", sino por la más que evidente intención de contener el gasto en políticas sociales, siguiendo las directrices que desde Bruselas, Berlín y París, envían a todo aquel país sospechoso de ralentizar el desarrollo y crecimiento europeo.

     Y más de uno y más de dos, nos preguntamos si no existen asuntos más importantes por los que hacer cambios en la Constitución, que sean más cercanos al sentir del pueblo, más justos para la igualdad que pretende la misma Constitución. Para lo que no se ponen de acuerdo los mangantes de la política, es para frenar las tropelías y cochineos de la banca. A ellos ni tocarlos. Si necesitan dinero por que sus ejecutivos las han hundido y se han llevado millones en indemnizaciones y salarios, pues se les inyectan más millones para "sanearlas" y que el plato siga lleno. Después se hace el paripé de despedirlos e inhabilitarlos, pero de devolver el dinero robado, nada de nada. Los contratos fraudulentos y leoninos a todas luces, con que se blindaron los ejecutivos y directores de bancos y cajas, se aceptan como legales e imposibles de cancelar, puesto que vivimos en un estado de derecho. ¿De derecho a qué? A delinquir, por supuesto. Pero eso vale únicamente para quienes detentan el poder político y económico, al resto, simples peones en el tablero de la crisis, no se les permite ni protestar, so pena de ser apaleados y detenidos por las fuerzas del orden, muy comedidas para realizar esa tarea, no sea que a ellos también les quiten las lentejas.

     Y se extrañan de que haya protestas, de que el pueblo llano salga a las calles. Si lo increíble es que no se hayan echado sobre éstos impresentables. La intención pacifista y ordenada de las protestas, si no encuentran eco a sus reclamos, más que justos y coherentes, puede trocar en desencanto y degenerar en violencia. La aparición de una bomba casera en un cajero automático de Vigo, es solamente una muestra de lo que puede llegar a ocurrir. No todo el personal tiene los nervios tan templados, ni está dispuesto ya a dejarse moler a palos, ni a ser humillados y robados por la banca sin tomar represalias. Mientras el estado español, el que aún manda aunque tambaleante, y el que se preveé que llegará tras el 20N, no den muestras de que las cosas van a cambiar en serio, podríamos vernos envueltos en una revuelta popular similar o peor, a la Primavera Árabe del otro lado del Mediterráneo.

     Y mientras todo ésto podría suceder, los cientos de millones que han volado a paraísos fiscales de todo el mundo, sólo esperan que sus dueños, delincuentes políticos y económicos, les alcancen a la brevedad posible, para empezar a ser gastados en frivolidades y antojos, dignos de sus criminales apetitos.