La sentencia absolutoria al ex-presidente de la Generalidad de Valencia, Francisco Camps, por la falta o delito de cohecho pasivo impropio, pone de manifiesto por enésima vez, la pésima aplicación que de la justicia se hace en España. A pesar de la ingente cantidad de pruebas presentadas, al desplazamiento de testigos desde Madrid a Valencia para dar la cara como buenos ciudadanos y arriesgar su reputación y seguridad, a pesar de la vergonzosa complicidad expuesta entre Camps y el Bigotes, líder de la trama “Gürtel” en Valencia, con todo y a pesar de todo, el jurado popular que tuvo la encomienda de juzgar lo que en el juicio se presentaba, tuvo a bien o mejor dicho, a mal, decidir que los imputados, Camps y Costa, eran inocentes.
Llama poderosamente la atención que, el jurado popular elegido para el caso, tuvo que pasar por un filtro exhaustivo de la defensa para ser aceptado. Es decir, los ciudadanos que al final fueron elegidos, lo fueron en función de los deseos de la defensa de los acusados. Después de rastrear sus antecedentes sociales, ideológicos, personales, económicos y demás, la defensa se quedó satisfecha con la composición del jurado. También es sospechosamente incomprensible, que el procedimiento para juzgar los hechos, imponga la norma de que para llegar a una decisión condenatoria, sean necesarios 7 votos de los nueve miembros del jurado, mientras que una decisión exculpatoria sólo necesite de 5 votos, con lo que la absolución de los acusados estaba servida.
El tremendo gasto que ha supuesto el “juicio”, por llamar de alguna manera a éste paripé mediático, para las arcas públicas, es inmenso y, como siempre, son los ciudadanos con sus impuestos quienes sufragan los circos, excesos y demás bufonadas perpetradas por el sistema judicial. Después del fiasco de condena en el caso de Marta del Castillo, el caso de Camps y Costa, absueltos y elevados al Olimpo de los mártires del PP, inocentes de todo cuando se ha demostrado que son unos corruptos mentirosos, deja a la justicia española al mismo nivel que la caja de arena de un gato. Pero lo peor está por venir. Habrá que hacerse a la idea, de ver a éstos pajarracos volver más pronto que tarde a la escena pública. Como bien dijo Rajoy, les están esperando con los brazos abiertos para colocarles en algún nuevo puesto, con cargo al erario público claro. Como dios manda.
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