martes, 26 de julio de 2011

LAS CARAS DE UNA MONEDA

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DE OSLO A TEXAS PASANDO POR CHINA

     Las últimas dos semanas, hemos observado en primera fila, acontecimientos que no pueden dejar indiferente a casi nadie. Digo a casi nadie, por que obviamente siempre existirán personas cuya ideología o forma de pensar, tienden a identificarse con los protagonistas de los sucesos. Dichos sucesos, por llevar un orden cronológico, son ni más ni menos que las ejecuciones de funcionarios corruptos en China, la masacre de adolescentes en una reunión política de Oslo y el asesinato de varias personas de una familia en Texas. El común denominador de todos éstos sucesos es, obviamente, la muerte. Lo que los hace diferentes unos de otros, es el lugar y las circunstancias de cada caso en particular. Los antecedentes de cada uno de ellos, pasa por una suerte de ruleta de la suerte, es decir, de la fortuna de nacer o actuar en determinado país, continente o cultura.

     Mientras el caso de los funcionarios chinos, ejecutados por corrupción y fraude de los fondos públicos, aparece a los ojos de los occidentales como una aberración, para la cultura milenaria del gigante oriental, el castigo es apenas justificado dada la gravedad que revisten tales comportamientos en una sociedad regida por el sentido del honor y el deber. Y el asunto no es de ahora. Ya desde los relatos de Marco Polo, se tenía noticia de la forma de perseguir y castigar tales delitos en el Oriente. Sabemos que crímenes como el asesinato, la corrupción, el tráfico de drogas y el secuestro, son castigados sin ninguna atenuante, con la pena capital. Y la sociedad lo acepta con la certeza de que es la única manera de mantener a raya tales comportamientos delictivos.

     En Occidente, al menos en la Europa civilizada y progresista de las últimas seis décadas, se ha querido suavizar el horror de dos guerras mundiales y otras tantas dictaduras, con un buenismo exagerado que sólo promueve la aparición de conductas criminales entre los nativos y la continuación de dichas conductas entre quienes vienen de otros países y continentes, a delinquir ex professo, dada la laxitud jurídica de las leyes europeas en general y española en particular. Los ejemplos más recientes, la matanza en Oslo de 80 personas por un radical fanático, Anders Breivikt, no le supondrán al asesino más de 21 años de reclusión, pues el código penal noruego no preveé penas superiores a esa cantidad de años, trátese del delito que se trate. En España, la excarcelación de Troitiño, asesino de dos docenas de personas en atentados terroristas de ETA después de menos de 30 años de cárcel, límite máximo según la legislación vigente, nos deja en términos matemáticos, 1 año y dos meses de prisión por cada persona asesinada. Lo mismo que te puede caer por conducir sin carné o por insultar a tu vecino y en ningún caso se llega a la cárcel, pues se ha puesto un límite de 1 año, 11 once meses y un día para que eso pase. Imaginaros la suerte de una famosilla, condenada por fraude a la seguridad social y a quien un juez o jueza, le impuso 1 año y once meses de cárcel, que por supuesto no cumplirá. Imaginaros también que esa famosilla viviese en China. O que Camps, Cháves o Bono fuesen funcionarios chinos.

     El último caso, la matanza en Texas de seis integrantes de una misma familia, a manos del cabeza de la misma, supone un caso más, de los muchos a que nos tiene acostumbrados el país más poderoso de la tierra. Su sistema judicial, punitivo aunque con serias lagunas en los procedimientos, mantiene la pena de muerte en la mitad de sus estados federados, siendo Texas el que más condenados a muerte mantiene en sus cárceles. El último, Humberto Leal, un violador y asesino mexicano, confesó su delito desde el principio y la pena se cumplió tres lustros después –ésa es una de las lagunas- sin que importase la petición de conmutar la pena por cadena perpetua, realizado por gobiernos, ONG´s y personajes reconocidos, entre ellos el presidente Obama. La pregunta es, si Leal confesó el crimen y los sostuvo hasta el final, ¿por qué pedían le fuese perdonado su delito? ¿Y los derechos humanos de la chica asesinada? ¿Quién la ha recordado en éstos días? Podremos tener la seguridad, de que el asesino de Texas no se irá de rositas, de que todo el peso de la ley le será aplicada.

     Desde luego, no podemos esperar que la visión europea sobre endurecer las penas por crímenes horrendos y delitos moralmente deleznables, se asemeje un poco a la que se tiene en Estados Unidos, ya no digamos a la que se aplica en China. De tal manera, no nos quedará otro remedio que seguir asistiendo a espectáculos bochornosos y miserables, como los de Murdoch en Inglaterra, masacres como la de Oslo, la corrupción de la clase política en España e Italia y tantos otros casos donde los culpables no pagan por sus delitos, abrigados por sistemas judiciales ineptos, cobardes y chapuceros, impregnados de una equivocada y corrupta visión de los derechos y responsabilidades de delincuentes y víctimas. No, si al final Breivikt será considerado un héroe, como Camps y le darán una medalla más para prender en su uniforme. Hay veces que me gustaría ser chino.

    

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