INCENDIOS FORESTALES
El reciente incendio desatado en Ibiza, en las Islas Baleares, a vuelto a colocar la amenaza de éstos desastres en el punto de mira. Pasado ya el “incendio” de las elecciones, los incendios de verdad, los que destruyen cientos, cuando no miles de hectáreas de bosques, han vuelto al panorama nacional como ya es recurrente año tras año. Y año tras año, el asunto coge a las administraciones por sorpresa y las exhibe nuevamente en su incapacidad supina para hacer frente al desastre, pues no se entiende que los programas diseñados para hacerles frente, se retrasen tanto en movilizar a los efectivos que han de combatirlo.
Las valientes actuaciones de las brigadas forestales, los bomberos, la UME, e incluso simples ciudadanos sin más armas que unas mangueras de jardín, son sin duda encomiables y dignas de todo respeto. Pero uno se hace la pregunta de por qué se tiene que llegar a ésta última instancia, si según las administraciones, los programas diseñados para tal fin por “expertos”, debieran actuar rápidamente para controlar los incendios. La respuesta a tal interrogante, es que los dichos “expertos” son, por lo regular, políticos impuestos por el amiguismo imperante en los gobiernos.
No son pocos los trabajadores de las brigadas, los que se enfrentan cara a cara con las llamas, quienes velada o abiertamente, han expresado que los planes diseñados desde las oficinas municipales o autonómicas son un verdadero sinsentido. Accesos sin cobertura, materiales deficientes, vehículos sin adaptaciones apropiadas y una larga lista de necesidades para realizar el correcto desempeño de las funciones, tanto de prevención como de extinción de los incendios, lo que les coloca en desventaja con respecto a las llamas que deben combatir.
Y es en la prevención dónde los fallos son más importantes y conllevan un elevado índice de fracaso. Los recursos que se destinan a prevenir los incendios son mínimos, a veces ridículamente precarios. Para controlar zonas de cientos de hectáreas, sólo se destinan unas cuantas personas, las cuales son claramente insuficientes para realizar las labores de prevención adecuadas, como es el mantenimiento de las pistas y accesos, construcción de cortafuegos y limpieza de los montes y maleza, lo que es fundamental para evitar la expansión del fuego.
Con el infame porcentaje de personas en el paro, ya podrían las administraciones destinar recursos para contratar a gran parte de esas mismas personas, formarlas, capacitarlas y destinarlas finalmente a labores de prevención y limpieza de montes y bosques, con lo que se matarían dos y hasta tres pájaros de un sólo tiro. Se abatiría el porcentaje del paro, descendería la siniestralidad causada por los incendios y se ahorrarían cientos de millones de euros en pérdidas materiales. Aunque lo más importante, sería no exponer inútilmente la vida las personas que se enfrentan al fuego.
Pero bueno, pensar que los que nos gobiernan, de cualquier color o signo político, hacen eso, “pensar”, es un ejercicio de sumo optimismo. Sus esfuerzos se encaminan, todos, a mantener el cargo, cobrar sus salarios, viajar en primera clase y salir en todas las fotos posibles, para que sus ingenuos votantes lo sigan haciendo. Mientras tanto, a esperar por las decenas de incendios que vienen y asistir con impotencia, a las escenas de valentía casi suicida, de los brigadas y voluntarios que luchan a brazo partido contra el fuego.
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