¿DEFENDERSE O RESIGNARSE?
La imagen corresponde un asalto realizado en una joyería, de los muchos que se cometen a dirario por todo el país y que mantienen en jaque a un sector, que como el resto del tejido productivo del país, intenta sortear la crisis financiera de la mejor forma posible. Ayer mismo, en una joyería de Madrid, dos criminales armados intentaron atracar al dueño de una joyería, pero éste reaccionó de forma imprevista por los delincuentes, seguramente harto ya de sufrir actos de éste tipo y los enfrentó valientemente. Sacó su arma y disparó contra los maleantes, hiriendo a los dos de gravedad, antes de ser él mismo agredido por éstos, que se dieron a la fuga ante la imposibilidad de hacerse con el botín que iban buscando. Metros más adelante, caían en manos de la policía que acudió alertada por los disparos y el jaleo montado en la calle por los heridos. Al final, terminaron atendidos por los servicios sanitarios y trasladados al hospital más cercano para curarles sus heridas.
Pero la cuestión aquí, no es que el joyero se haya defendido, lo que parece a todas luces lógico y comprensible, sino el por qué se ha llegado a éste extremo de inseguridad para que la ciudadanía tenga que hacer por sí misma, el trabajo que corresponde hacer a los cuerpos de seguridad policial. La respuesta es simple. Por la dejación y omisión de quienes ostentan el encargo público de legislar, juzgar y gobernar en éste país. Desde la restauración de la "democracia", la gestión de los sucesivos gobiernos ha sido de todo, menos democrática y justa. Se han dejado a posta, puertas y accesos, por los que la delincuencia se cuela a diario en la vida de la sociedad para corromperla, robarla y explotarla, y por ésas mismas puertas salen impunes, una vez cometidos los delitos y crímenes. De nada sirve, que haya una Constitución con leyes bien delimitadas, si después los encargados de aplicarlas y velar por su cumplimiento, las interpretan con su particular ideología política partidista. De nada sirve un Código Penal, con normas y métodos de control y castigo, si no hay verdadera voluntad de aplicarlos a conciencia. De nada sirve un Congreso, dónde según está representada la voluntad del Pueblo, si la práctica totalidad de los diputados son leales a sus líderes de partido y no a la sociedad que dicen representar y no se preocupan por dotarnos de nuevas leyes que frenen la impunidad de la delincuencia.
La prueba más palpable de la dejación y omisión de aplicar la justicia, es la exasperante y deliberada lentitud con la que se instruyen los casos, la "inhibición" de los jueces para juzgar tal o cual delito, los pactos que se realizan con los mismos delincuentes para cerrar los casos que afectan "intereses especiales", véase caso Pallerols, Naseiro, etc. Además de los continuos desprecios hacia las víctimas al indultar o imponer penas levísimas a criminales, que luego se pasean alegremente por las calles y vuelven a delinquir constantemente, como el "Rafita", asesino de Sandra Palo y los conductores kamikazes. El último de tales casos, lo hemos sabido hoy mismo y casualidades de la vida, también tiene que ver con un intento de atraco a una joyería. El protagonista del asunto, Javier Saéz, más conocido como el "Niño Sáez" y que a sus 32 tacos ha tenido casi medio centenar de detenciones e ingresos "temporales" en comisaría, ha sido detenido nuevamente al intentar colarse, junto con otros tres delincuentes, en una joyería de Madrid. No pasaron ni 72 horas, cuando ya lo habían puesto en libertad y se marchaba tan ricamente a seguir con sus actividades delictivas. Luego entonces, si la sociedad se encuentra inerme ante los criminales, si los legisladores no legislan ni en caliente ni en frío, si los gobernantes no se interesan por aplicar las leyes y los jueces hacen lo posible por entorpecer y limitar la justicia, no queda otra vía que procurarse uno mismo la JUSTICIA de la manera más rápida y expedita, que no es otra que la de enfrentarse cara a cara con los maleantes si se tienen los medios para hacerlo. Y el joyero del barrio de Salamanca los tenía y ha hecho uso de ellos con toda legitimidad. Ha defendido su medio de subsistencia y por si fuera poco, también ha defendido su vida.
Seguramente su atrevimiento y su derecho a defenderse, le cueste más de un disgusto con la misma justicia que ampara los derechos de los criminales a delinquir y su acto de legítima defensa, lo convierta en blanco de las iras de los "justos y rectos jueces", que entonces sí que aplicarán los máximos castigos del código penal, con la consigna dogmática de que nadie tiene derecho a tomarse la justicia por propia mano. Que le pregunten a los dos serbios, que se recuperan en el hospital magníficamente atendidos por la sanidad española, si no estan felices y contentos de tener una justicia a medida para los delincuentes. Habrá que empezar a tomar medidas similares, no hay que resignarse, aunque se levanten voces de "entendidos" y bobalicones, que pontifiquen contra el derecho ciudadano de autodefensa. Como reza un viejo refrán: "De que lloren en mi casa, mejor que lloren en la suya".
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