TRIUNFALISMO DESMEDIDO
Las excesivas manifestaciones de triunfo por parte del PP, así como las tremendistas consecuencias de las elecciones en el PSOE, no son sino espejismos en el caliente horizonte político español. La euforia desatada en los dirigentes y simpatizantes del partido de la derecha, se antoja demasiado vacío de contenido, pues no hay que olvidar que solamente fueron algo más de dos millones de votos la diferencia. Mal hacen en echar las campanas al vuelo, cuando todavía no toman ni posesión de los cargos en las autonomías y ayuntamientos que han ganado , pero si se apresuran a prometer más recortes en todos los aspectos de la administración, tomando como excusa lo mal que estarán las cuentas que se van a encontrar. Es decir, aumentarán tasas e impuestos, reducirán prestaciones sociales, recortarán sueldos de funcionarios y alargarán los compromisos de pago con proveedores, echando la culpa de tales decisiones a los anteriores gobernantes.
Sin duda, mucho de razón tendrán en sus afirmaciones, pero no hay que olvidar que ayuntamientos y autonomías se manejan por consenso y en todas existen grupos de oposición que, si no son capaces de lograr acuerdos y presentar opciones diferentes en cuanto se refiere a la administración del gobierno, son tan culpables de los desaguisados cometidos como los que firman dichas actuaciones. Son cómplices por omisión de todo lo que se encuentren y de las deudas que existan, al no denunciarlas con suficiente antelación y oportunidad. Pero lo realmente peligroso, será la utilización demagógica de tales circunstancias para seguir con el plan último, que no es otro que auparse al gobierno del estado el año venidero, utilizando para tal fin, la estrategia que tan buenos resultados les dio el 22M, el desprestigio continuado del adversario y el silencio tenaz ante la corrupción propia.
El PSOE, aunque vencido por la mínima en éstas elecciones, aún mantiene las riendas del estado y tiene la obligación democrática de terminar la legislatura. El circo mediático que se montó alrededor de la sucesión de Zapatero, sólo a conseguido tambalear las estructuras del estado, pues la irredenta e irresponsable costumbre de ligar la figura de líder del partido con la de candidato a la presidencia, genera una inestabilidad que puede pasar una factura terrible a las estructuras del mismo partido, pues aquellos que se han visto desplazados en sus ambiciones personales en favor de un candidato único, podrían no quedarse con los brazos cruzados y generar un clima de inestabilidad interna. La figura de Rubalcaba como factor aglutinante dentro del partido, no parece ser muy sólida. Aunque a decir verdad, ninguna de las figuras del PSOE tiene el carisma suficiente para acometer y derribar al ministro del interior.
Pero lo realmente terrible, es que tanto el PP como el PSOE, han seguido beneficiándose de la casi total apatía de la sociedad española. Que casi la mitad del censo electoral, 12 millones de potenciales votantes se hayan abstenido, es un coste demasiado elevado de asumir por una democracia. Rajoy y sus acólitos presumen de su victoria por los pelos, cuando hay seis millones que votaron a la izquierda y doce millones a nadie, es decir, hay 18 millones de españoles que no quieren que gobierne el PP y sin embargo, estarán en los despachos de las principales ciudades españolas, gobernando, según palabras de Rajoy, como puedan. Sus palabras son oráculo de lo que se avecina. Nada cambiará para mejorar, los nuevos gobernantes se atornillarán a las poltronas y dejarán pasar el tiempo, cobrando sus jugosos emolumentos y prebendas, respondiendo a los que se atrevan a preguntar por la situación del país, lo mismo que han respondido los anteriores: La culpa es de la crisis y no hay nada que podamos hacer. Un espejismo.
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