EL DERECHO A LA LIBERTAD
Hace un par de semanas, se llevaron a cabo en muchas ciudades del mundo, unas peculiares marchas y manifestaciones. Desde Toronto a Río de Janeiro, de Ciudad de México a Paris y de Londres a Sidney, miles de mujeres de todas edades y condiciones se lanzaron a las calles a reivindicar su libertad de expresión y el derecho a vestirse como les de su real gana. La chispa que encendió la indignación, fueron las estúpidas declaraciones de un policía canadiense de apellido Sanguinetti –atavismo italiano quizá-, en el sentido de que las mujeres provocaban los ataques y violaciones al ir vestidas como putas. Literal.
Las quejas y declaraciones contra tal cúmulo de expresiones machistas no se hizo esperar. Y es que, una cosa es pensar o creer algo de manera individual y otra muy distinta expresar una afirmación, que culpa y demoniza a la mitad de la humanidad, por el comportamiento bellaco de la otra mitad. Ni tardas ni perezosas, las canadienses haciendo honor a la tradición liberal de su país, se organizaron y llamaron a manifestarse contra el departamento de policía de Toronto y su momentáneo portavoz misógino. La marcha, denominada “the slut walk”, traducida como la marcha de las putas en español, no tardó en calar en el ánimo de las mujeres de Canadá y de otras muchas partes del mundo, donde se han realizado y se siguen realizando manifestaciones.
El machismo que anida en el fondo de todo intolerante hombre o mujer que también las hay, sea occidental, oriental, musulmán, cristiano o extraterrestre, es un lastre para la normalidad de una sociedad cada vez más avanzada. Anacronismos de tal calaña, no hacen sino violentar el derecho de todo ser humano a conducirse de la forma que le parezca adecuada, sin que ello signifique que se atenta contra el pudor o la dignidad, pues la dignidad no se encuentra en el largo de una falda o el alto de unos tacones, mucho menos en la entrepierna de las personas. La dignidad se halla en la forma de conseguir ser feliz y hacer felices a los demás, en ganarse el pan honradamente, sin robar o estafar al prójimo.
Ni la minifalda de una chica indica que sea mala persona, ni el traje de Armani del político significa que éste sea honrado. Mucho menos la sotana del cura significa que éste no sea pedófilo, que los hay a montones. Todos los extremos son, cuando menos discutibles. Ni el machismo recalcitrante a perder su dominio sobre la mujer, ni el feminismo extremo y belicoso, deben tener cabida en una sociedad en la que no tenemos más remedio que entendernos, sobre todo ahora que la crisis económica creada por personajes, estos si INDIGNOS Y LADRONES, nos están empujando a situaciones límite. Mientras decenas de mujeres sean asesinadas en España todos los años, mientras miles de mujeres sufran ablaciones y violaciones en África y Asia y sobre todo, mientras el mundo “cristiano” permita que bufones como Berlusconi vayan por ahí fardando de inducir a la prostitución, no podemos pensar siquiera en una idea de igualdad.
Y a todo esto, el colectivo de trabajadoras del sexo aún no se pronuncia, al menos no de manera directa. Su trabajo, duro donde los haya, menospreciado y vilipendiado por la gente “bien pensante”, es mucho más DIGNO que el de cualquier político ladrón y carroñero, más HONESTO que el de la cúpula retrógada de la iglesia católica, nido de pederastas y pedófilos con la bendición papal. Son ellas quizá, quienes deberían encabezar las manifestaciones.
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