ALGO SUENA EN BARCELONA
El movimiento 15M surgió en Madrid, pero ha sido en Barcelona donde se están desarrollando las acciones más importantes en la movilización de los indignados. Es en la ciudad condal donde la clase política está recibiendo los ataques mas duros, tanto dialécticos como físicos, en una vorágine que habría sido impensable hace un par de meses. La acampada en los alrededores de la Ciutadella, en las afueras del Parlamento catalán, han cogido por sorpresa, aunque ya estaban avisados, a los diputados que pretendían ingresar al recinto.
Algunos más avispados o con más privilegios, como el presidente Mas, llegaron al Parlamento en helicóptero, como si presintieran que la sentada de los indignados no les daría una bienvenida precisamente. Y así fue. Sin distinguir ningún color político, puesto que la clase política tiene un mismo color, los diputados fueron abucheados e increpados de ¿malas maneras?, como si actuar corrupta y nefastamente fuera reconocido como buenas maneras, incluso algunos fueron rociados con spray de colores.
Hasta hubo alguno que pedía a gritos auxilio a los mossos, mientras un par de chicas le insultaban y le seguían por la calle. El colmo de la ridiculez, un hombre alto y fuerte, eso sí muy bien trajeado, pidiendo auxilio ante la “amenazadora” presencia de las dos chicas, pequeñas y delgadas. Al final, los diputados lograron entrar al Parlamento donde se debaten los presupuestos de Cataluña, unos presupuestos cargados de recortes sociales, sobre todo en sanidad y educación.
Otra imagen bizarra del la jornada, fue la entrada de algunos diputados a bordo de furgones policiales, entre los que se encontraba Joan Laporta, amontonados como si de reclusos se tratase. A más de uno le habría gustado que esos furgones de la policía, repletos de políticos, se hubiesen dirigido a una penitenciaría y les hubiesen dejado ahí, en lugar del Parlamento, donde al final han votado al sí de los presupuestos más rácanos y contrarios al beneficio social de la ciudadanía.
Claro está que, dichas protestas han servido para algo. Ese algo no es otra cosa que la unidad de la clase política y todos bajo la misma piel que los recubre y con Rajoy a la cabeza, se han puesto a vociferar lo “indignados” que se sienten por el trato dado a sus colegas de Cataluña, aduciendo hipócritamente, que la democracia no puede aceptar tales actos ignominiosos. ¿Y el paro qué? ¿Y la reducción de las pensiones y la pobreza rampante qué? ¿Y la carroñera gestión hipotecaria de los bancos qué?
Al parecer a sus “señorías”, lo que padece la gran mayoría de la sociedad no es ignominioso. Los desahucios y lanzamientos de docenas de familias de sus casas no es importante. Que pensionistas y personas sin apoyos ni trabajo tengan que mendigar a las puertas de los supermercados, no es importante. Lo único que les importa, es que un desarrapado les a jodido la chaqueta o el peinado con pintura y que no les han dejado entrar al Parlamento para acuchillar a la sociedad por la espalda.
Si parte del movimiento del 15M se ha desvirtuado y alejado de la premisa de la no violencia, es por el silencio y terquedad de la clase política de no reconocer el hastío de una sociedad que despierta, de personas que tienen todo el tiempo del mundo para tocarles los cojones, porque no tienen trabajo. Cuando los políticos se acerquen a las plazas, los barrios, los comercios, los colegios, pero no en épocas electorales, sino siempre y hablen con la gente, cuando se pongan a trabajar por la sociedad y no por la banca ni por los mercados internacionales, entonces podrán pedir respeto por sus personas y actuaciones. Pero de frente a los ciudadanos, no desde la poltrona del Parlamento, ayuntamiento o diputación y menos tras las filas de un cordón policial.
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