¿QUE PAIS ES ÉSTE?
Mirando la imagen con absoluta imparcialidad y sin prejuicios nacionales o raciales, bien podría tratarse de una carga policial en cualquier ciudad del Magreb o de Oriente Medio, donde las revueltas ciudadanas contra los regímenes pretendidamente democráticos, están siendo brutalmente reprimidas por las fuerzas del orden público. También podría ser una manifestación contra la violencia, desmantelada con violencia precisamente, en alguna ciudad de algún país iberoamericano, donde priman los intereses de nacionalistas primitivos o narcotraficantes influyentes.
Pero no se trata de Damasco, Trípoli o Ciudad de México, es en pleno centro de Barcelona, en la Plaza de Catalunya. En España, país pretendidamente democrático y en el que la ciudadanía al completo, con algunas nada honrosas excepciones, se encuentra harta de una clase política corrupta e incompetente, que sólo mira por sus intereses y privilegios, que no duda en hacer lo que haga falta para no perderlos, incluso enviar a la policía antidisturbios para disolver cualquier manifestación de inconformes, sin que importe para nada la condición de los mismos, también se reprime y se acalla la libertad de expresión.
Así podemos ver, confundidos en la multitud, jóvenes de ambos sexos, personas mayores, niños y alguna que otra mascota llevada por sus amos. La imagen es más que elocuente. Brazos extendidos no para agredir, sino para detener la porra del policía, en un intento vano de evitar el golpe. Otros brazos y gestos se dirigen al sicario policial, increpándole por su comportamiento prepotente y criminal contra personas sentadas y desarmadas. Nada impide al esbirro uniformado golpear, patear, empujar y lesionar a cuanta persona se le ponga enfrente. Todo ante las cámaras de los periodistas, sin el menor asomo de escrúpulos. Como que saben a la perfección que gozan de impunidad.
No acabamos de asombrarnos con lo acontecido en Barcelona, cuando otra carga policial en Valencia nos abochorna nuevamente. Una vez más, los políticos intolerantes y soberbios, impunes gracias a su reciente reelección en las urnas, hacen oídos sordos al clamor de la sociedad y envían a sus esbirros contra aquellos que osan afearles su fiesta de ungimiento en las cortes. Los flamantes diputados, llegaron al edificio rodeados de una nube de guardias de seguridad y policías. Ninguno dio la cara por el pueblo que dicen representar y dejaron que la policía moliera a palos a los manifestantes.
Y mientras esto pasa en España, mientras la sociedad se expresa y manifiesta su inconformidad contra la nefasta gestión de la clase gobernante, al otro lado del Mediterráneo, en las áridas arenas de Libia o en las desérticas llanuras de Irak y Afganistán, el ejército español se afana en conseguir para otros la democracia y libertad de expresión que en la propia España se reprime.
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