jueves, 2 de junio de 2011

TORTUGUISMO JUDICIAL

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EL CASO TOUS

     La absolución por un jurado popular de Luis Corominas, yerno de la familia de joyeros catalana Tous, pone de manifiesto una vez más, la proverbial lentitud de la judicatura española para impartir justicia. Han sido necesarios casi cinco años, desde el año 2006, para que una jurado popular tomase la decisión de absolver a Corominas de los cargos de asesinato, portación de armas y otros tantos, por los que la fiscalía de Cataluña pedía 16 años de cárcel y una indemnización millonaria para los deudos del asaltante fallecido. Después la fiscalía rebajó la exigencia de cárcel a la mitad, poco antes de que el jurado dictara su veredicto. Casi un lustro para determinar si un hombre, Luis Corominas, actuó en legítima defensa o asesinó a sangre fría a un delincuente habitual, con un largo historial delictivo, que se encontraba acompañado de cómplices, dentro de un auto y con la agravante de haber robado en el mismo sitio anteriormente.

     La cuestión más importante para la fiscalía, no fue indagar sobre el pasado delictivo del asaltante, un exmilitar balcánico, sino presionar al juez y a la sociedad, con la supuesta mala fe y excesiva contundencia de la respuesta defensiva de Corominas, a quién se ha señalado con índice de fuego, como si se tratase de un criminal. La estrategia de la acusación, fiscalía y particular, ha sido presentar a Corominas como un sujeto violento y prepotente, que gusta de pasearse armado por la urbanización en la que vive su familia política y en la que ejerce, según la acusación, como jefe de seguridad de la misma urbanización. En el caso supuesto de que así fuese, que Corominas estuviese armado sin ostentar ningún cargo de seguridad, el sólo hecho de reaccionar a la amenaza de sujetos con acreditada fama de violentos, con preparación y formación militar al servicio del crimen, debería bastar para entender que la acción de Corominas es más que objetiva y justificada para preservar su integridad física y la de su familia.

     No se trata de andar por ahí disparando a todo el mundo, pero si un ciudadano cualquiera está en su casa o en una urbanización con perímetro cerrado y a la que se puede considerar como extensión de la misma, y se encuentra en la situación de que una banda de criminales se ha colado dentro, con las intenciones inequívocas de realizar actos criminales, robar, violar, asesinar, es de esperarse con total seguridad, de que reaccionará instintivamente para defender su vida, la de sus familiares y sus bienes, por ese orden. Un criminal que entra a un domicilio va a por todas y hará lo que sea necesario para no ser detenido, incluso matar a quien se interponga entre él y su objetivo. Pero parece que la justicia española, impregnada por un buenismo timorato, está decidida a que los derechos de los que delinquen, sobre todo si son extranjeros y de países supuestamente pobres, estén por encima de los derechos de los ciudadanos a preservar sus vidas y bienes.

     Pero además de la legislación permisiva, hay que sumar la ineficacia de quienes tienen que juzgar los casos, su tortuguismo rampante y doloso, que no hace sino fomentar las aspiraciones de los delincuentes a salir bien librados de sus fechorías. Baste con el ejemplo de Carlos Fabra, presidente de la diputación de Castellón, impune por la prescripción de sus delitos. En éste caso, la lentitud de la judicatura ha dado alas a las pretensiones de los abogados y familiares del delincuente fallecido, quienes han visto la posibilidad de sacar tajada en forma de una millonaria indemnización. Ya sería el colmo, que un ladrón te robe y encima debas indemnizarlo si al intentar detenerlo se cae y se rompe un brazo. Una total estupidez. A la historia le quedan aún algunos capítulos, pues la fiscalía y la acusación particular han recurrido la sentencia. Por lo visto, hace falta que un delincuente nos robe o nos mate primero, para poder después denunciarle y esperar, para el muerto no hay ya plazos, a que la policía lo coja, si lo coge, y aguantar una media de cuatro años para que se vaya a juicio. Ganar o no, eso dependerá del dinero y paciencia del que cada uno disponga.

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